A veces me pregunto por qué me expongo ante la mirada de los demás, sabiendo que toda visión externa siempre estará teñida por la subjetividad, influenciada por la historia personal de cada uno y la percepción del mundo de cada individuo.

Hoy día, pareciera que todos buscan exponerse para ser aprobados por los demás, dejando su propio juicio en manos de terceros y frustrándose ante una mirada desaprobatoria. Puede deberse a la falta de preparación, ya que muchos creen que pueden hacer cualquier cosa sin haber adquirido los conocimientos necesarios.

Pero, desde mi perspectiva, quienes realmente sí estudian, crean y construyen, necesitan mostrar sus logros, no para ser validados por otros, sino para evaluar su propio progreso a lo largo del tiempo. Cuando me miro al espejo siento que soy la misma persona de siempre, que lo que hago nunca es suficiente y que quizás nunca llegaré a alcanzar la meta que me propuse. Es en esos momentos cuando me doy cuenta de que el juicio externo no es más que una proyección de lo que llevo dentro, y que si algo me incomoda de lo que los demás dicen o hacen, es porque hay algo en mí que debo corregir.

Personalmente, trato de mantener siempre el «Shoshin», la mente de principiante, o sea mantenerse abierto, entusiasta, sin ideas preconcebidas, tanto cuando estudio algo nuevo como cuando repaso lo que ya conozco. Intento aplicarlo en cada aspecto de mi vida. Es cierto que, ante la crítica o situaciones desfavorables reacciono y lo siento como algo hostil, pero luego reflexiono y me doy cuenta de que no todo lo que hago está bien, y busco la manera de mejorarlo. La crítica externa, en ocasiones, me ayuda a ver aquello que mi propia percepción nublada no alcanza a notar.

Por eso creo que la exposición, el mostrarme a los demás, muchas veces vulnerable es una fuente constante de aprendizaje y mejora. Si algo de lo que otro dijo me molestó, probablemente sea porque coincide con algo que yo ya sabía, pero no quería enfrentar. En última instancia, vivir se trata de eso: crecer para uno mismo, pero inmerso en un escenario donde compartimos la obra con actores y espectadores, en esta constante representación que es la vida misma.


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